Todavía recuerdo aquella vez en que pensaba que yo no valía para vender en internet.
Joder, todos posteando videos y textos en su Facebook, mostrando cuanto dinero ganaban y no no ganaba casi nada.
Hacía algo más de un año que había empezado a trabajar desde casa, para poder cuidar de mi hija.
Y cuidarla la cuidaba.
Pero dinero cero, vendía iPhone ‘s reaconicionados.
En Amazon y en eBay.
Habían ventas.
Muchas.
Y también muchas reparaciones.
Y reclamaciones.
En esa época me di cuenta de lo cómoda que es la gente.
Ostras.
Yo era uno de esos que había comprado alguna vez en Amazon cosas y las había devuelto porque no eran de mi agrado.
Pero ahora era yo el vendedor.
La gente me devolvía teléfonos rotos, incluso algunos que habían caído al váter.
Los secaban.
Ponían la queja en Amazon diciendo que la pantalla estaba en negro.
Y me los devolvían.
Y Amazon, claro para ser tan buena tienda, les devolvía el 100% de su dinero dejando mi cuenta de vendedor en números rojos.
Cada una de esas devoluciones a mí me costaba mínimo 600€.
Y cuando vendes una media de 10 a 15 Iphone’s por día, hay bastantes capullos que lo devuelven.
Saqué cálculos y uno de cada veinte me devolvía un teléfono.
O sea cada día y medio le debía 600€ más a Amazon.
Así que no tardé en tener que cerrar.
En 6 meses había vendido unos 500 móviles.
A 600€ cada uno, multiplica.
Muchas ventas.
Pero también muchas devoluciones.
Llegó un punto en que mi deuda a Amazon era tan grande, que tuve que dejar el negocio.
Y empezar de cero de nuevo.